El papel de la traducción en la comunicación científica

El papel de la traducción en la comunicación científica

La pandemia de la COVID-19 ha expuesto los puntos débiles de los sistemas sanitarios del mundo entero, no solo en términos de atención médica sino, sobre todo, respecto a la difusión de información sanitaria. El papel fundamental de la comunicación científica a la hora de luchar contra los bulos y la desinformación en la todavía presente crisis de salud pública está acentuándose ahora más que nunca. La industria científica debería reconocer, por encima de todo, lo difícil que es para el ciudadano medio entender a la perfección las complejidades de la ciencia, especialmente con su pozo sin fondo de jergas y terminologías. Lo que para los científicos es un lenguaje cotidiano, al público general puede parecerle un simple sinsentido egocéntrico, perjudicando así la alfabetización científica en su conjunto.

El problema no reside en una supuesta falta de información disponible porque, sinceramente, la cantidad de conocimiento científico crece de forma exponencial a cada segundo que pasa gracias al trabajo de los investigadores y escritores de las publicaciones de todo el mundo. Es solo que la ciencia es una lengua que no habla mucha gente, y para hacer llegar tu mensaje tendrás que aprender a traducirla de manera efectiva.

La definición de traducción es amplia, y a lo largo de los milenios se ha interpretado de forma distinta en paradigmas tanto lingüísticos como culturales. En la obra de John Cunnison Catford «A Linguistic Theory of Translation», esta palabra se define como el proceso de sustituir un texto de una lengua por otro, reafirmando así el argumento de que depende en gran medida de la lingüística y estableciendo la relación entre dos lenguas. Andre Lefevre, sin embargo, en su libro «Translation, Rewriting and the Manipulation of Literary Fame», sugería que es una cuestión que va más allá de la lingüística, y que también tiene en cuenta la ideología y la poética. Cuando una persona traduce algo, no solo está traduciendo un texto, está traduciendo cultura. Por lo tanto, se puede decir que la traducción es un arte y una ciencia al mismo tiempo.

La traducción en la comunicación científica implica enseñarle a la comunidad profesional a adoptar un lenguaje más inclusivo y una habilidad que permita que su estilo de habla y de redacción se adapten mejor a las masas. El objetivo es trascender o romper barreras, tanto al nivel del lenguaje como de la cultura, para conectar con el público. En definitiva, no solo tiene que ser sencillo sino también atractivo e interesante para el lector medio. El problema de la comunicación científica en general es la resistencia del público a escuchar un concepto extraño que pueda desafiar su propia visión del mundo. La traducción ayuda a aliviar esta tensión creando un entorno seguro y similar a la zona de confort del receptor, aumentando así la probabilidad de que escuche y su deseo de comprender.

El papel de la traducción en la comunicación científica

Foto de Louis Reed en Unsplash

Es importante saber que la traducción no debe solo implicar repetir conceptos complejos con palabras más sencillas, sino también aprovechar literalmente el gran número de lenguas de todo el mundo y hacer que la información sea más accesible usando cada una de ellas para transmitir y redactar hechos. Esto exige cierto nivel de conocimiento y destreza, sobre todo porque una traducción descuidada puede provocar falta de información, por ejemplo, una elección de palabras pobre puede cambiar el significado de un texto al completo: un desastre. Por ejemplo, la emisión en Netflix de «El juego del calamar», la serie de ficción coreana aclamada en todo el mundo, provocó un gran revuelo entre los fans, que vieron grandes diferencias entre el guion original y la traducción al inglés del audio de la plataforma de streaming, dando como resultado que los mensajes ocultos cruciales de la serie perdieran su significado y su peso en la historia. Sobre todo en el caso de referencias culturales de Corea, la serie no pudo adaptar y traducir su mensaje de forma efectiva para que las personas de todos los rincones del mundo lo entendieran a la perfección. Es una lástima, pero también un dilema que podría haberse evitado con una traducción experta.

Por tedioso que sea, los científicos tienen que hacer que su trabajo sea más accesible, y esto significa que aparte de conocer a su público también tienen que aumentar su alcance. Qué hay de bueno en un hallazgo excelente de una investigación si solo lo pueden aplicar en la vida real los científicos y no el ciudadano medio. En resumen, la información que no es comprensible para la mayoría es simplemente inútil.

La traducción no solo afecta a las palabras, sino también al tono, la emoción y la llamada a la acción. Rara vez vemos la poesía traducida literalmente y palabra por palabra porque hacerlo consigue que el texto pierda su atractivo. En vez de eso, lo que se traduce es su esencia, los sentimientos que evoca en sus lectores y oyentes, y sus matices artísticos. Incluso en la ciencia, la versión traducida debe poder captar la urgencia, la alarma, el triunfo o el avance que puede sentirse en el texto original. Debe ser, en todos los sentidos, el mismo mensaje transmitido en una cultura distinta.

Si nos comprometemos a hacer que la ciencia sea más accesible, la traducción se convierte en una competencia importante y necesaria. Esto nos permitirá, más que cualquier otra cosa, dirigirnos a las personas marginadas, a las que nadie oye, a aquellas que pensaban que nadie estaba dispuesto a escucharlas y formarlas. Nos da una oportunidad para conectar con la gente, hacerles saber que la ciencia no es solo para unos pocos sino para todo el mundo.


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